Si ya de por si Tohoku resulta algo desconocido para el público occidental, la prefectura de Iwate es aún más desconocida. Sin embargo, en este viaje habíamos decidido salir de nuestra zona de confort gaigin (dícece de las prefecturas donde hay turista occidental y te hablan en inglés) y adentrarnos en el Japón más profundo. Nuestro destino final del día era Hachinohe, una pequeñísima y desconocida ciudad de la prefectura de Aomori. Allí habíamos enviado previamente nuestras maletas desde nuestra casilla de salida, Sendai. Por el camino, mil aventuras. Empezamos.
Nuestra primera parada fue en Ichinoseki, donde hicimos transbordo a un tren local hasta llegar a Geibikei. Geibikei es un pueblo enano (es que no es ni pueblo, son dos calles puestas al lado de la estación) que vive fundamentalmente de una sola atracción turística: La Garganta de Geibikei. La erosión del río Satetsu ha formado unos acantilados impresionantes, y se pueden visitar disfrutando de un agradable paseo en barca. Y no son unas barcas cualquiera, se trata de embarcaciones tradicionales con gran capacidad (en el nuestro íbamos más de 20 personas) conducidas por unos barqueros expertos a la antigua usanza. Además, el barquero te va explicando todo lo que ves, y te ameniza al trayecto con canciones tradicionales de la región. A pesar de no enterarnos de nada (era todo en japonés, of course) lo disfrutamos mucho y es una experiencia que transmite mucha paz, al estar tan en contacto con la naturaleza...el agua, las carpas, los patos.. Sin duda fue una gran elección.
Eramos literalmente los únicos occidentales por allí. Todo nuestro barco eran Taiwaneses. Y desde el principio eso llamó la atención de nuestro barquero, que no paraba de sonreírnos y de preguntarnos de donde éramos. Incluso al final de la excursión se quiso sacar una foto con nosotros.
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Aruba dándole a la comida regional |
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Concretamente a estos sencillos pero deliciosos dangos dulces |
Al volver a coger de nuevo el tren, el vigilante de la estación le preguntó a Amir si no tenía frío (iba en manga corta) y al decirle que éramos de España nos dijo "Hola Señorita". Era muy, muy simpático. Son esos pequeños detalles que hacen que te sientas acogido tan lejos de casa.
La estación de Geibikei estaba decorada con motivos de Pokemon. En general en toda la prefectura encontramos un montón de Pikachus y cosas así. Esto es así porque allí tiene su origen un tren temático de Pokemon, que se llama "Pokemon with you".
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Vallas Pokemon |
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Valla Pikachu |
Nuestro siguiente destino era Hiraizumi. En la antigüedad, esta pequeña localidad rivalizó en esplendor con la mismísima Kyoto, aunque por desgracia mucho de su patrimonio se ha perdido a lo largo del tiempo. Aún así conserva bastantes templos, entre los que destaca un pabellón todo de oro, único en el mundo y Patrimonio de la Humanidad.
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Lo sé. Era al revés. Nuestro sentido del humor es así... |
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Amir muy feliz de que todo estuviese lleno de Pikachus |
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Arubi modo barquera |
Nada más llegar lo primero que hicimos fue buscar un sitio donde comer. No había mucho donde elegir porque se nos había hecho tarde, así que optamos por un sencillo local especializado en fideos soba. En la prefectura de Iwate el soba es la comida más popular. De hecho hasta su mascota es un cuenco de soba. En muchos restaurantes sirven el reto del wanco-soba, en el que tienes que comer cuenco tras cuenco sin parar a ver cuantos logras comer. A Amir le hacía mucha ilusión probar suerte pero al final se nos hizo tarde y nos fue imposible encontrar un restaurante abierto donde hacerlo. Quedará pendiente para nuestra próxima vez en Tohoku, ya que me he enamorado totalmente de la región. Y querré volver, seguro. Además en Hiraizumi no nos dio tiempo a verlo todo bien, ya que íbamos con el tiempo un poco justo. Además aún los arces estaban verdes y aunque estaba bonito, con el momiji a pleno esplendor debe ser un sitio espectacular.
Lo que sí nos encantó fue la tranquilidad que allí se respiraba. Apenas 4 turistas más, la mayoría locales, nos hicieron compañía en nuestro paseo por la zona de los templos. No guardo ni un sólo mal recuerdo de Hiraizumi y eso que no había nada espectacular. Lo más llamativo era el templo dorado pero ni entramos, porque era muy caro y no se podían hacer fotos... Si buscáis en Google el templo Chuson-ji podréis ver como es....
Lo cierto es que fue una tarde de paseo y de risas. Sobretodo de muchas risas.
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Nuestra comida, sencilla pero deliciosa |
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Detalles de Hiraizumi |
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Hiraizumi chill out... |
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El único momiji que pudimos ver :( |
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Pos aquí estem... |
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Cuando las raíces se vienen arriba |
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La simetria de los templos japoneses me da mucho gustico |
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Mascota de la prefectura de Iwate. Sí. Es un bol de soba. |
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Soy una abraza-árboles |
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Pues eso... |
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No sé que llevaban los soba... |
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Literalmente...no tenerse en pie de la risa |
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Algo de momiji de consolación |
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Era el festival de los crisantemos...la flor más aburrida del mundo... |
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Deseítos |
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El templo dorado...por fuera. |
En la estación compramos algunos souvenirs de recuerdo, y nos montamos en el Shinkansen de Tohoku rumbo a nuestro destino final. Hachinohe. ¡Hachinohe! Que decir de Hachinohe... es una ciudad que quedará en nuestros corazones siempre...y eso que nuestra primera impresión de ella no fue precisamente...buena...XD
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Amir con su fiel amigo |
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Intentando hacernos una foto digna con un shinkansen |
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De Tohoku me gusta hasta el logo |
Antes de nada, explicaros porqué acabamos allí. No es que Hachinohe sea turístico ni mucho menos...es un pueblo costero famoso por su mercado de pescado matutino y por sus baretos nocturnos. Sufrió el efecto del tsunami de 2011pero está casi recuperado. Y en general no tiene nada de especial... Pero de allí salen autobuses para visitar el lago Towada, nuestra excursión del día siguiente...Y desde allí se tarda un poco menos que desde la capital, Aomori. Además, el hotel al lado de la estación nos salió insultantemente barato. Un hotelito sin pretensiones, sí, pero que nos fue muy práctico como base de operaciones y sitio para dejar las maletas al día siguiente.
Lo único malo es que nos alojamos cerca de la estación de Hon-Hachinohe, que no estaba nada céntrica. Nos venía muy bien para tomar el bus al día siguiente pero nada bien para buscar un sitio donde cenar... Todo lo que podíamos ver a nuestro alrededor era un polígono industrial oscuro y con todo cerrado. Sólo había abierto una especie de supermercado... y allí nos dirigimos en busca de algo para desayunar al día siguiente.
En el parking del super en cuestión, al salir de vuelta al hotel, una señora nos abordó. En un primer lugar parecía que quería practicar inglés (aunque no sabía nada de inglés si no usaba el google translator del mobil...) después pensamos que era una gaijin-hunter y le habíamos hecho gracia... ¡Pocos occidentales se deben dejar ver por Hachinohe! Pero la cuestión es que la señora se empezó a poner un poquito pesada, y muy insistente en que nos fuésemos con ella a cenar a no se donde en su coche... Nos dio bastante mal rollo, ya que aunque Japón es super-seguro, estábamos en una zona nada turística, desconocida, de noche, sin un alma alrededor...y la idea de meternos en el coche de una desconocida no nos atraía demasiado. La señora al final, al ver que nos queríamos marchar, nos dio unos folletos en japonés para que los leyésemos... Investigando un poco pudimos comprobar que se trataba de un miembro de una secta budista que tiene muchos adeptos en Europa y Estados Unidos, pero que en Japón no tiene demasiada buena prensa pues tiene relación con los partidos de extrema derecha. La verdad es que aunque fue un momento algo tenso hasta que pudimos deshacernos de la señora...lo que nos reímos después no está escrito. Y quedará sin duda grabado como una de las mejores anécdotas de este viaje.
Ya más tranquilos, encontramos el centro de la ciudad, que tenía al menos bastante más luz y vida que el polígono chungo donde nos alojábamos. Y allí cenamos en un sitio de tickets, más que nada porque el incidente de la señora-budista nos acababa de drenar la poca energía que nos quedaba.
¡Día intenso donde los haya!
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Comida para reponer fuerzas |
Después de cenar queríamos tomar algo en los famosos "bares" de la zona, pero entre que Google Maps nos hizo dar mil vueltas y que casi todo estaba chapao y nosotros agotaos...acabamos volviendo al hotel cantando "Camela" para espantar el miedo a que viniese una señora budista a secuestrarnos.
PD: En realidad la señora japonesa no daba miedo...era enana como Marie Kondo. Aunque en cierto modo....Marie Kondo también da un poco de miedo....
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Google maps (el "amigui") me trolea... |