Madrugamos en el hotel de Hachinohe y cargamos una mochila con lo necesario para pasar la noche fuera. Nuestras maletas quedaron en la habitación, pues los alojamientos en la zona son tan baratos que nos salía más a cuenta pagar dos hoteles que enviarlas.
Tras una parada en JR hasta la estación de Hachinohe (nosotros estábamos en Hon-Hachinohe) cogimos un autobús JR (cuyo trayecto cubre al 100% el Japan Rail Pass) hasta las orillas del rio Oriase, cerca del lago Towada. La zona es famosa por sus bellos paisajes otoñales y, puesto que estábamos en octubre, no íbamos a dejar pasar la oportunidad de disfrutarlo. Iniciamos la caminata en Ishigedo, donde había un área de descanso con información y WCs. Ya desde el autobús el paisaje era impresionante, como meterse en un cuadro de tonos amarillos, naranjas y rojos. Con los autobuses se puede llegar al lago Towada, pero nosotros preferimos hacer el recorrido a pie (unos 14km, la idea era hacerlo en unas 4 horas).
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Desde el autobús, cuando hicimos una breve parada frente al Museo de Arte Moderno de Towada |
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Paisaje de ensueño |
Aunque había bastantes turistas, el 99% asiáticos, fue un recorrido muy agradable de hacer. Eso sí, íbamos mucho más lento de lo que habíamos calculado porque parábamos a hacer fotos cada dos por tres. El paisaje era tan bonito que todo parecía una postal...
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Amir en conexión con la naturaleza |
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Encontramos a varios artistas plasmando los paisajes en sus lienzos |
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Esto, aunque lo parezca, no es un cuadro. Es una foto. |
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Flipándolo todo |
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A Amir esta foto tan molona le costó ir el resto del día con un pie mojado XD |
En la primera zona, el río Oirase era más bien estrecho, y el caudal fluía con mucha fuerza, con rápidos y pequeñas cascadas. Más adelante en el recorrido, había zonas donde el río era mucho más ancho y calmado. El paisaje cambiaba sin parar y no podía ser más bonito. Aún hoy, cuando veo las fotos y los videos, pienso que es el lugar más bonito donde he estado nunca. Quizás es que soy muy fan de los bosques otoñales...
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Algún arce japonés por ahí perdido... |
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Descansando un ratico |
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El otoño nos sienta bien |
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Arubi y Amiru con el guapo subido |
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Vamos que ya queda poco!!! |
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Una de las cascadas más bonitas del recorrido |
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Algunos tramos eran junto al río y otros paralelos a la carretera... |
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Otra cascada, esta vez más vertical |
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Un paisaje de pura paz... |
La caminata se nos hizo más larga de lo que pensábamos, pero como ya he dicho seguramente el motivo fue pararnos demasiado a hacer fotos. Además, para ser Japón, apenas encontramos zonas de descanso o cuartos de baño por el camino. Lo cual, por mi experiencia en el país, me resultó algo chocante. Quizás estamos acostumbrados a zonas más masificadas del centro del país y esto es el salvaje norte, que bien merece el sacrificar algunas comodidades.
Una vez llegamos a Nenokuchi, tocaba coger un ferry hasta Yasumiya, atravesando el lago Towada. El paisaje desde el barco nos resultó tan espectacular o más que el del río Oirase. Quizás fue que fuimos en el mejor momento del otoño, pero la verdad es que la mezcla de colores en los árboles era una autentica pasada.
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Amir embelesao... |
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A donde vamooooos, ayayay |
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Malcomiendo pockys y pepinos (aquel día malcomimos porque no paramos jejeje) |
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Puesta de sol, ya desde Yasumiya |
Al llegar se puso a llover un poco, así que nos refugiamos en la oficina de Turismo, donde un amable robot nos explicó algunas cosas que no entendimos sobre el lago Towada.
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Parecía majo... |
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Esto es droga para una autumn freak como yo... |
Pero lo mejor del día estaba por llegar. Aquella noche dormíamos en Towadako Backpackers, un albergue modesto donde por 50 lerus habíamos reservado 3 literas en habitación compartida. Una forma de alojamiento que aún no había experimentado en Japón y que me daría mucha grima en cualquier otro país del mundo.
El dueño del albergue era encantador. El "omotenashi", o hospitalidad japonesa, en seguida consiguió que nos sintiésemos cómodos. El dueño se esforzaba al máximo para que nos sintiésemos como en nuestra casa, explicándonos las normas de convivencia y enseñándonos las instalaciones. Eso es una de las cosas que más me gustan de Japón. que te tratan igual de bien en un onsen de 200 euros la noche que en un modesto albergue por el que no has pagado ni 20 euros. Obviamente, las comodidades del sitio eran las justas... el baño daba miedo y hacía un frío del copón...y nuestro "compañero" de litera era un tipo alemán muy resfriado que olía a no haberse duchado en semanas.
A pesar de todo, nos reímos un montón y descansamos razonablemente bien, quizás por lo agotados que estábamos. Así que no podemos tener ninguna queja.