24 de Marzo 2008 (Primer día de mi planning para senegaleses)

miércoles, 1 de octubre de 2008

A las 6 de la mañana suenan puntuales las alarmas. Somos unos pedazos de frikis todos, dicho sea de paso. Suenan la marcha de Undertaker y Enjuto Mojamuto (Nooooooooo, no funciona Interneeeet). Remoloneamos mucho, por lo que se nos llegan las 7 y decidimos probar el desayuno tradicional del ryokan, sin estar muy seguros de si nuestro estómago tolerará pescado y arroz a primera hora de la mañana. Nos encontramos con una sala enorme de tatamis con mesas bajas y la mesa puesta. Una amable señora nos da los buenos días (Mamá Pato) y nos sentamos a la mesa. Cabe decir que al principio intentamos mantener la posición típica japonesa, pero a los 5 minutos tenemos las piernas dormidas y cada uno se acomoda en el suelo como buenamente puede. Meritxell lo pasó especialmente mal aquí. Dani y yo comenzamos a comprobar que ser bajito en Japón está lleno de ventajas.

Somos los únicos que han bajado con el yukata puesto, y para ahorrar tiempo vamos ya vestidos debajo. A Mamá Pato se le salen los ojos de las orbitas (“Estúpidos gaijin, que bajan a desayunar en pijama y con ropa debajo…”) El desayuno está delicioso. Arroz, un huevo escalfado, salmón cocido, té, fruta, sopa de miso y tofu recién hecho (nunca había comido Tofú recién hecho y menuda diferencia….). Mamá Pato se desvive por servirnos. Terminamos y cuando subimos a la habitación ¡La han recogido! ¡Que velocidad, que eficiencia! Si hasta han ordenado nuestro caos de ropa, cables y maletas! “Mamá Pato” se ganó su apodo y su candidatura a canonización. La red walkie-talkie del Towa funciona a la perfección.

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Tres "gaijins" sin dignidad....con ropa debajo del pijama...

Mmmmm...que pintaza....


Emprendemos la marcha. Nuestro primer objetivo es el templo Ginkaku-ji, más conocido como “El Templo Plateado” (aunque no es plateado XD). Vivimos nuestra primera “crisis” buscando la parada del autobús, y conseguimos comprarnos un bono-bus que nos solucionó bastante la vida.

En los autobuses Japoneses se entra por la parte trasera y se baja por delante. Además se paga al bajar y no al subir, y el conductor va cantando las paradas y da las gracias una por una a cada persona que se baja. Vamos, todo igualito que en España. Como todos los japos, los autobuseros se toman muy en serio su trabajo, aunque pudimos comprobar que a medida que pasa el día su voz se va volviendo algo más profunda y vocalizan poco (o eso nos parecía, dentro de nuestra profunda ignorancia del japonés).

Asaltando la primera vending machine de la mañana...

Llegamos Al Ginkaku-ji y nos sablan los primeros 500 yenes. Nos llevamos un gran chasco porqué el templo propiamente dicho estaba en obras. Pero aún así nos quedamos maravillados con sus jardines. Descubrimos que en Japón crece musgo por todas partes y todo es precioso. Cada pequeña piedrecilla está en el lugar apropiado y todo tiene una composición perfecta. Mirabas y te parecía que estabas viendo un cuadro. Es difícil de explicar. Por supuesto, y aunque suele tópico, las fotos no captan ni una décima parte de la belleza del lugar. Nos tiramos en ese primer templo mucho rato. Nos entra la incontinencia fotográfica y no podemos parar. Al volver nos entretenemos en las primeras tiendas de souvenirs (nuestra perdición!) y de comida. Probamos unos pastelitos típicos de Kyoto (llamados yatsuhashi) con forma triangular que estaban riquísimos, y arrasamos la tienda comprando 3 o 4 cajas que luego devoraríamos a lo largo del día. (Las acabamos llamando “Pan del camino” porqué tenían forma de lembas)

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Aprendiendo a apreciar la gastronomía más típica de Kyoto

¡Dios mio! Estoy dentro de una peli de Miyazaki! ¡Mira! ¡Allí hay un kodama!

Nuestros siguientes objetivos son el Nanzen-ji y el Eikan-do. . Como están algo retirados volvemos a coger el autobús. El Nanjen-zi es un templo muy famoso por sus jardines zen, especialmente el de rocas. La verdad es que sentarse allí y contemplarlo en vivo es toda una experiencia. Como decíamos mientras paseábamos por sus salas, corredores y jardines, “aquí sí que dan ganas de sentarse a escribir poesía”. Las horas siguientes son una sucesión de babeos y derroche fotográfico. Nos encanta todo. En un rincón del Nanjen-zi encontramos unas tablillas donde la gente escribe sus deseos. El nuestro era obvio. “Volver”.

El primer jardín "zen" que vimos...

Zapatillicas talla única....XD Acabamos taaaaan hartitos de ellas.

Continuamos la marcha, ya algo resentidos por el cansancio. El Eikan-do también está con andamios, por lo que empezamos a temernos que se convierta en algo habitual (por suerte no fue así). El templo era bastante bonito, con una pagoda casi sumergida en pleno bosque desde donde pudimos tener una espléndida panorámica de Kyoto. Allí arriba nos sentamos a descansar un poco, y como el hambre apretaba nos zampamos una caja más de lembas antes de proseguir la marcha. Debían ser las 2 o las 3 del mediodía y aún teníamos 3 horas antes de que cerraran todos los templos. ¿Y cuando comisteis?, os preguntaréis…¡Na!¿Comer?Eso es de nenazas…XD El buen turista come cuando ya se han cubierto los objetivos del día, y a nosotros aún nos quedaba uno, el templo Kiyomizu-dera, que está situado en un acantilado y es una de las imágenes más características de Kyoto. Después de eso ya podríamos llenar nuestros estómagos y, ya de noche, dirigirnos a Gion, a ver si teníamos suerte y podíamos ver alguna geisha.

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Café en lata...el alimento de los campeones.

Volvemos a coger el autobús y llegamos por fin a la parada del Kiyomizu-dera. Nos encontramos en una zona muy animada, con una calle cuesta arriba llena de tiendas y puestos de comida de todo tipo muy similar a la que ya nos encontramos al subir al Ginkaku-ji. Tras entretenernos un rato con los miles de souvenirs que pudimos encontrar (me compré un yukata, weeeeeeeeeeee ^0^ ), llegamos al complejo de templos. Es todo precioso. Lástima que los cerezos aún no habían florecido por entonces, sino las vistas desde la terraza del Kiyomizu habrían sido espectaculares. Volvemos a hacer uso de las tablillas de los deseos. Esta vez deseamos “felicidad y salud para todos”.

Nuestro deseo junto a tantos otros...


Antes de entrar al templo cumplimos un ritual que repetiríamos muchas veces durante nuestra estancia en Japón. Hay que lavarse las manos y la boca para purificarse con los cucharones que hay en las fuentes sagradas. Que por cierto, todas ellas, son una obra de arte, con sus dragones y tal…También encontramos incensarios. Después de hacer una ofrenda voluntaria enciendes una ramita de incienso, la colocas con las demás (¡con cuidado que es muy fácil quemarse!) y después aspiras el humo sagrado y te lo echas encima de donde te duela, o simplemente como purificación. Cuidado que en exceso es un poco mareante XD.

El templo está lleno de mini-altares con diferentes significados, entrelazados con puestecitos donde puedes comprar todo tipo de amuletos. Nos llamó especialmente la atención unas piedras que se llamaban “Las rocas del Amor”. Si caminabas de una a otra con los ojos cerrados encontrarías a tu media naranja. La verdad, de nosotros sólo se atrevió a intentarlo Meritxell…pues era bastante imposible no estrellarse con la cantidad de gente que pasaba por allí en medio. Jejeje.

Espectácular el anochezer desde la terraza del Kiyomizu-dera....



A la salida del templo pudimos fotografiarnos con 2 geishas, que imagino que serían de pega, pero que igualmente iban espectacularmente vestidas. Nos hizo mucha ilusión.

La pobres estaban ya hasta las narizes de los turistas pesaos con las fotos...XD


El hambre ya no nos dejaba caminar más, por lo que decidimos probar uno de los típicos bares de ramen a partir de 200 yenes. Viene a ser el equivalente oriental a la “comida rápida” de aquí, y la verdad es que estaba todo muy rico y nos salió tirado de precio. A la entrada tienes una maquina con fotos donde sacas unos tickets con lo que quieres comer, después lo llevas al mostrador y en menos de 5 minutos lo tienes en la mesa.

Después de eso cogimos el autobús “one more time” hasta el famoso barrio de Gion. Se trata de una zona llena de casas antiquísimas de madera, iluminado con farolillos de papel y con un ambiente misterioso. Las casas de té, los exclusivos restaurantes, los taxis y coches con los cristales oscuros que pasaban sin cesar…y que sin duda llevaban dentro geishas autenticas y yakuzas…dispararon nuestra imaginación. Era todo increíble. Fugazmente pudimos ver a un par de geishas salir corriendo del taxi y entrar en una de las pequeñas casitas. Nos sentimos afortunados por ello.

Agotados, llegamos al ryokan con la intención de darnos un baño y acostarnos temprano, pues el día siguiente, con el Fushimi Inari y Nara como platos fuertes, prometía ser igual de agotador y emocionante.

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Weeeeee Tengo un yukataaaaa!!! (aunque me iba enorme ^__^U)

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Continuará... ;)

1 comentarios :

Verónica Paz dijo...

que envidia U.U
éste año el cambio del yen estaba tan hecho polvo que no me pude comprar el yukata (demasiados días, demasiados gastos U.U)
Pero bueno, fijo que al apróxima cae uno ^_^