27 de Marzo 2008 El Castillo de Himeji y el monte shosha

viernes, 3 de octubre de 2008

Segundo día excursionista, y quizás, uno de los más especiales y con más momentos a recordar de todo el viaje. Llegamos a Himeji tras una hora de tren sin incidencias y con todas las comodidades, tal y como nos tienen acostumbrados los transportes japoneses.

Una vez allí, empezamos a caminar por el paseo principal, al final del cual ya podemos vislumbrar su precioso castillo. Realmente impresionante incluso desde la lejanía. En nuestro peregrinar hacia el castillo el suelo japonés nos obsequia con varios presentes en forma de muñecajos.

Pececicooooo!!!


Cosa con ojos (aquel día me la colgué de la cámara junto al ciervito de Nara, para llevarla siempre conmigo)

Llegamos al castillo razonablemente temprano, por lo que el alubión de turistas aún era tolerable. Tras los miles de millones de “posados de rigor”, mi indignación ante el no-florecimiento de muchos cerezos y un ánsia irrefrenable de fotografiar el castillo una y otra vez desde todas las perspectivas inimaginables, logramos por fin entrar dentro.

Posado ultra heroe frente al castillo

Yo y Dani...posando a lo japo. ;)


Lo curioso del interior del castillo de Himeji es su austeridad. Prácticamente sólo hay madera y algunos objetos en exposición (entre los que destacan piezas de artesanía, pinturas, caligrafía, armas e incluso varias armaduras samurais). Lo peor, que la combinación entre “ventanas abiertas” y andar descalza hizo que me helara de frio, por lo que mis anginas definitivamente empezaron a dar la voz de alarma. Además, el castillo tenía muchísimas plantas, a las cuales sólo se podía subir por unas empinadísimas escaleras de madera. Creedme cuando os digo que llegué a temer por mis dientes tanto a la subida como a la bajada. Subir ese tipo de escaleras con unas zapatillas tres números más grandes de lo que te toca no es del todo cómodo.

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Dani bajando las "escaleras de la muerteeeeee"


Sin mayores incidentes y conservando todas nuestras piezas, dentales salimos del castillo, yo agradeciendo infinitamente los rayos del sol (oh oh oh!) y el calorcito del mediodía. Nos dispusimos a visitar el resto de los edificios adyacentes al castillo, como la sala dondelos samurais realizaban el hara-kiri, o el pabellón de las mujeres, donde vivió la princesa Senhime. Daba bastante mal rollo un pozo (el pozo de Okiku), donde, según dice la leyenda, habita el espíritu de una sirvienta a la que arrojaron allí al ser acusada por su señor de robar un valioso plato. Cuenta la leyenda que durante la noche se escucha una voz que sale del pozo contando los platos y que el fantasma de Okiku estalla en llanto al llegar al número diez.. Al más puro estilo "The Ring"…

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Lugar donde se suicidaban los samurais (Con sus cerezos, su pozo para tirar los cadáveres...todo muy apañao)


Dani y yo contentos de haber encontrado un cerezo en flor (aún no sabíamos que en Tokio nos íbamos a hartar)

Antes de que a la criada le diera tiempo a salir del pozo reptando con todo el pelo en la cara y nos diera un buen susto, nos dirigimos a los jardines Koko-en, que se encuentran muy cerca del castillo y que son una verdadera delicia para los sentidos. Lástima que algunas de sus plantas no estuvieran aún en pleno esplendor, sino habría sido ya la leche…

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"Que bonico es to"

Meritxell jugando a las zamburguesas..

Y jugándose la vida...que debajo estaban estos bicharracos come personas...


Tras frikear un poco en las tiendas de souvenirs de la zona, nos dispusimos a subir al monte Shosha, un lugar muy poco turístico (no sale en casi ninguna guía) y al cual sólo se puede acceder cogiendo un autobús y un teleférico desde Himeji.

De nuestra aventurilla en el “bar manolo” típico japonés que nos encontramos al pie del teleférico ya habló Dani en su momento…y no me gusta repetirme (para más info… http://www.fotolog.com/hurgrim/15428671 XD) Sin duda fue una de las anécdotas más divertidas del viaje. Y el momento en el que tuvimos intensamente la sensación de “oh dios mio, soy un puto gaijin que no se entera de nada” XD No se si él mencionó que tenían cabras atadas a la puerta…Pues sí, amigos míos, cabras.


Dani y Luis intentando aclararse con la carta (integramente en japo y sin dibujos XD)

La comida....mmmmmmmm...El mejor tempura udon de mi vida.

El sitio en cuestión...¿rústico, eh?

La cabra...


Con el estómago lleno corrimos hacia el teleférico, en el cual nos subimos con un montón de adorables y venerables ancianos (los cuales, por cierto, nos regalarían uno de los momentos más mágicos del viaje una vez en los templos…) El trayecto en teleférico genial, aunque los que tenían vértigo igual no disfrutaron tanto. XD Las vistas eran estupendas.

Una vez arriba emprendimos la marcha. Lo primero que nos llamó la atención fue una campana gigantesca que se podía tocar. El ruido era ensordecedor y los japos nos miraban como si fuésemos unos anormales. Realmente lo éramos…
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Tras una cuesta arriba salpicada de cositas (pequeños altares, cementerios semi-abandonados…) llegamos a uno de los templos principales. Conocido como “Maniden” y que data del 900AD (Aprox.)(Y sí amiguitos, allí arriba...había Vendings Machines) En el Maniden, además de quedarnos maravillados con las vistas desde su balconada (hay un árbol que permanecerá en mis sueños para siempre…) pudimos ser testigos de una misa budista (sí…exacto…los venerables ancianos de antes…).

No es un arbol...es EL ARBOL

La terraza vista desde fuera

Como toda descripción de la misa se quedaría corta, he subido el video al youtube, para que os relajéis vosotros también con sus cantos hipnóticos.



Dejando a regañadientes el Manidem (yo me habría quedado allí a dormir. Que digo. A VIVIR) continuamos nuestro peregrinar hasta otros tres templos: el Daikodo , Jikido (que ahora expone objetos de la época en que el complejo fue construído y Jogyodo (el gimnasio). Se trata de las localizaciones que se utilizaron para rodar “El último samurai”, concretamente el hogar de Katsumoto. Fue construido alrededor del siglo X y está magníficamente conservado. Enseguida pudimos comprobar el porqué. Junto a nosotros habían subido un grupo de escolares que, supusimos, iban de excursión. Supusimos mal. Su profesor les armó con escobas, fregonas y trapos y se pusieron a limpiar uno de los templos a conciencia. Al loro amiguitos. Esto sólo pasa en Japón. A ver que cuando veo yo en Barna a unos adolescentes limpiando La Catedral del Mar…jejeje.

Flipando al llegar al complejo de templos (Dios miooo, estoy en una peliiiiiiiiiiiiiiii)

¿Os suena?jejejeje

Crios limpiando cual Chihiros...

El señor que enseñaba los templos también era la caña. Con el poco inglés que sabía no dejaba de repetirnos “Tom Cruise” “Tom Cruiseeeeee” como si fuese lo único que podíamos entender. La verdad es que no tenía pinta de haber visto muchos occidentales paseándose por allá arriba…

Lamentablemente el tiempo se agotaba, y el último funicular estaba a punto de salir (sí…yo habría hecho realidad mi sueño de dormir tumbada en el musgo…pero no le podíamos hacer ese feo a Mamá Pato, ni mucho menos perdernos el desayuno del día siguiente).

Adios Shoshaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Sniiiiiiif

Una vez abajo, cogimos de nuevo el autobús de vuelta a la estación de Himeji. Era inicio de trayecto, por lo que subimos y el conductor estaba sólo, tomándose un descanso. Le debimos hacer mucha gracia porqué se puso a hablar con nosotros y hasta…¡nos dio caramelos! ¡Caramelos! Estuvimos todo el trayecto en una nube porqué el autobusero nos había dado caramelos…especialmente Jose…que por culpa de ese caramelo cayó en las garras de su adicción a la leche condensada…XDDDD (casi peor que la de Dani con el café ;) )

Una vez en Himeji cogimos de nuevo el tren hasta la estación de Kyoto, donde volvimos a comer en el restaurante del primer día.

(Mmmmm…soba frío…ico ico –sí, yo estaba de antojo -__-)


Y, reventados, nos fuimos al ryokan a bañarnos y a descansar, algo tristes porqué iba a ser nuestra última noche en nuestro querido Towa. (Que será de nosotros sin Mamá Patoooooooo). Aquella noche volví a irme a los baños públicos. Afortunadamente no había nadie y tuve toda la sala para mi sola…con su agua calentita….mmmmmm

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Mata-ne!

1 comentarios :

Verónica Paz dijo...

Himeji! éste año estaba en obras así que no fuimos U.U (pero vimos el de Matsumoto!) espero poderlo visitar en el próximo viaje ^_^
El monte shosha lo tenía en mente precisamente por la peli!! a ver si consigo localizar el restaurante de la cabra jaja
muy bueno ;)