Nos levantamos, como siempre, temprano, y acudimos cual hienas hambrientas al encuentro de “Mamá pato” y aquel desayuno que tanto echaríamos en falta después. Esta vez no bajamos con el pijama encima de la ropa, sino vestidos como occidentales con dignidad. Después nos dirigimos a la parada de autobuses para ir al Kinkaku-ji (más conocido como el “templo dorado”, uno de los lugares más emblemáticos de Kyoto.)
Luis y Dani meditando sobre la belleza y el sentido de la vida...mientas contemplan en reflejo del pavellón dorado en el lago (o algo XD).
Es un destino muy turístico, casi había que hacer cola para poder hacerse el “posado de rigor” con el templo de fondo. La verdad es que nos pareció precioso, a pesar de que el día, algo gris, lo deslucía un poco. Como en el templo propiamente dicho no se puede entrar, nos entretuvimos paseando por sus preciosos jardines, malgastando yenes en intentar canastarlos en un bol (imagino que para atraer la buena suerte…XD) y comprando un porrón de postales preciosas.
Siempre me acordaré de la salida del Templo Dorado, donde estaba aquel honorable señor del silbato indicando a los peatones cuando cruzar sin peligro, que se estresó mogollón porqué no cruzamos cuando tocaba. En serio. Te llegas a sentir super incívico allí!
Después nos dirijimos al Ryoanji Temple, tras pasar serias dificultades buscando el autobús adecuado y hacer amistad con un perrito Akita precioso -^_^-.
El Ryoan-ji es otro templo Zen, con su jardín de rocas y tal…lo que le hace peculiar es una fuente cuya inscripción reza “Chisoku no tsukubai” ("I learn only to be contented"). Un pilar básico de la filosofía Zen. Todos nos llevamos el llaverito de rigor con la inscripción.
"He who learns only to be contented is spiritually rich, while the one who does not learn to be contented is spiritually poor even if he is materially wealthy." (Proverbio Zen)
Al salir volvimos a perdernos (que raro XD) Así que sólo nos daba tiempo a ver un templo más antes de que chaparan. (cosa que solía pasar a las 5 de la tarde aproximádamente...lo que explica nuestros extraños horarios alimenticios.).
Nos decantamos por el Tenryû-ji Temple, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Una de las cosas que más me gustaron de este templo (a parte de que tiene los jardines más ACOJONANTES que he visto nunca) es que puedes entrar en las habitaciones y pasear por los tatamis…hacerte fotos…Allí conocimos a nuestro Pequeño Buda particular…¡Kawaaaiiii!
Nos decantamos por el Tenryû-ji Temple, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Una de las cosas que más me gustaron de este templo (a parte de que tiene los jardines más ACOJONANTES que he visto nunca) es que puedes entrar en las habitaciones y pasear por los tatamis…hacerte fotos…Allí conocimos a nuestro Pequeño Buda particular…¡Kawaaaiiii!
Salió el sol y nos sentamos a contemplar el espectáculo. No se cuanto tiempo estuvimos allí…supongo que hasta que el hambre nos sacó del embobamiento que nos provocaba mirar los jardines. Sin duda otro de los templos que apunté a mi lista de “imprescindibles”.
Yo flipando en colorines... (daban ganas de lanzarte al lago para comprobar que no era una postal XD)
Volvimos al punto de origen, una zona con bares y tiendas donde por fin pudimos sentarnos a comer algo. Allí nos encontramos con la primera japonesa borde de nuestro viaje. Lo de juntar mesas allí en Japón cuando sois más de 4 para comer ¡No se puede haceeeeeeer! ¡Que estropeas el feng sui hombreee! La japo vino a recolocar las mesas toda estresada, para nuestro fastidio, que tuvimos que comer, una vez más, separados (de hecho esa fue otra de las agonías del viaje…en Japón las mesas para 6 personas no existen….snif)
Después de llenarnos el estómago de delicioso y calentito Udon (o arroz al curry, que eran la base de nuestra dieta) nos dirigimos al llamado Camino de Bambú…que es bastante impresionante, la verdad.
Aquí el día ya se había estropeado del todo, y se puso a llover y a hacer un frío de la ostia en cuestión de minutos. Decidimos coger un autobús e ir a visitar la zona de Pontocho, que es junto a Gion la otra zona de ocio y restaurantes más famosa de Kyoto.
Hacía demasiado frío y empezábamos a empaparnos seriamente. Vamos, que ni con el paraguas transparente futurista que acabábamos de comprar (la maldición de los paraguas es un tema del que ya hablaré más detenidamente…pero venía a funcionar de la siguiente manera: Lluvia = paraguas en casa. Solazo = paraguas encima. Resultado = compra de paraguas cada vez que llovió).
Al final acabamos refugiados en un bar bastante molón donde cenamos francamente bien (tenían un menú con una mezcla japonesa y occidental bastante curiosa…Hmmm..fritanga japonesa…que hambre….)
Como detalle irrelevante del día, decir que en el camino de vuelta me dejé la gorra en el autobús. Ya van dos gorras que pierdo en un invierno. Eso sí, la segunda está e Japón. Eso al menos es friky. Como el paraguas de Dani…que aún le debe estar esperando en Nara…XDDD Pero bueno, no perdimos nada importante, a pesar de los numerosos PANIC MOMENT que experimentábamos a diario, no aptos para corazones sensibles. (¿Y mi cartera?¿y el pasaporte?¿y el bonobús?¿donde tengo el japan rail pass?¡lo tenía aquí!¿donde está lo que he comprado?¿y mi chaqueta?¿y mi cámara de fotos?...Ah no…están aquí…Uuuuuuuuuuuuuuuuuuufffffffffffffffff)
(Sí... fue aquí donde empezé a constiparme...snif)
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